NOTICIAS DE LA ASCENSIÓN, por Hortensia Galvis
EL SEXTO DÍA DE LA CREACIÓN
Vivimos tiempos especiales, cuando la ciencia y la
espiritualidad comienzan a integrarse. Los descubrimientos más recientes de la Astrofísica y la Biofísica, por ejemplo, curiosamente
han llegado a conclusiones que coinciden con la historia de la creación,
contenida en el Génesis y en los libros del Veda.
El Dr. Bruce Runnegar lidera un grupo de astrofísicos y
biofísicos de la
Universidad de California (UCLA) que ha buscado comprender la
expansión del universo. Con simuladores computarizados de alta precisión ellos
han logrado verificar que “anteriormente la Tierra era un planeta mucho más pequeño y
totalmente cubierto por agua, que giraba en una órbita más cercana al sol”. Este
planteamiento coincide muy bien con el relato del Génesis, según el cuál
después de la Luz
(el sol), Dios creó las aguas y los peces.
Los antiguos Vedas sabían que al final de cada día
galáctico, que dura aproximadamente 50 millones de años, se manifiesta el
“Fuego Somvarta”, que envuelve todos los sistemas estelares. Y hoy la ciencia
tiene los medios para corroborarlo. Según la teoría del Dr. Runnegar: cuando
finaliza un ciclo, o día galáctico, lo que ocurre es lo siguiente: “el centro
de la galaxia pulsa y emite vibraciones de alta frecuencia que impactan y
activan el núcleo de los soles. Como resultado cada sol se expande, y empuja a
todos sus satélites a una órbita más lejana. Si el sol se transforma, también
sus satélites lo hacen: al cambiar a una órbita, donde las frecuencias de
energía son más elevadas, los planetas aumentan su tamaño y su materia se hace
menos densa. Por eso: Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno, que giran en las
órbitas más alejadas de nuestro sol, son los mundos gigantes, compuestos
principalmente por gases”.
El pequeño planeta Tierra, cubierto de agua, pasó por
todos esos cambios al final de esa era. Cuando el sol creció, fue lanzado a una
órbita más lejana, donde se expandió. Al tener una superficie más grande, el
nivel de los mares bajó y un continente de tierra firme se hizo visible. Su
fisonomía quedó exactamente como el Génesis señala: “Dijo Dios: Reúnanse las
aguas y aparezca lo árido, o lo seco”. La ciencia puede probarlo: el Dr.
Runnegar y su equipo tomaron como modelo la Tierra actual, y, en el simulador de alta
precisión, redujeron su superficie en un 55 a 60%. Entonces vieron como todos los
continentes se unieron, formando uno solo, y los mares quedaron aparte.
Ese ciclo también terminó en la misma forma que el
anterior: el centro galáctico se activó, desencadenando la expansión de nuestro
sol. La Tierra
se precipitó a una órbita todavía más externa y creció al doble de su tamaño.
Como consecuencia: el único continente existente se partió en varios trozos, el
nivel de los mares bajó y las aguas pasaron a ocupar las resquebrajaduras. Los
dinosaurios se extinguieron, porque sus cuerpos, más densos, no resistieron el
cambio. Su dominio fue reemplazado por el de los mamíferos, unos seres más
inteligentes y especializados.
Cronológicamente ahora estamos finalizando el sexto día
galáctico de la creación, que corresponde en el Génesis a la creación del
hombre. ¿Y cómo sabemos que nos encontramos al final de este ciclo? La NASA, y científicos rusos,
como el Dr. Alexey Dmitriev de la Universidad del Estado de Moscú, desde hace
veinte años han estado notando el asombroso incremento de energías de alta
frecuencia, que proceden de nuestro centro galáctico. En respuesta a esto, la
actividad solar ha aumentado en forma tan intensa, que se sale de los
parámetros de lo mesurable.
¿Cuál es el siguiente paso? ¡Ya lo sabemos! Habrá un
momento en el que se disparará la misma reacción en cadena, con la que
finalizaron los ciclos anteriores. Una expansión repentina del sol lanzará a
todos los planetas del sistema solar a una órbita más externa, donde las
frecuencias de energía son más elevadas. Al subir la frecuencia, cambia la
dimensión, y la Tierra
se adapta aumentando su tamaño y haciéndose menos densa. Ese día los humanos
colectivamente tendremos nuestro “segundo nacimiento”, porque finalmente tanto
la “Imagen” como la “Semejanza de Dios” quedarán plasmadas en los cuerpos de
Luz, de los humanos que hayan completado su proceso de “ascensión”. El hombre
de hoy es mitad soplo divino y mitad barro; está hecho a la “imagen” de Dios,
pero tiene la “semejanza” anclada en los instintos animales. Al completarse el
sexto día de la creación, el humano-animal quedará transformado en hombre
cósmico.
Cuando despunte el alba del séptimo día de la creación:
serán los hijos de la Luz
los que sucedan a los hijos de los hombres, y se cumplirá la promesa de que
“los justos heredarán la Tierra”.
Entonces comenzará un nuevo ciclo galáctico, que manifestará el esperado
milenio de paz y de amor, que es cuando el Creador finalmente descansa.
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