Los Cuatro Acuerdos
Sabiduría Tolteca
Miguel Ruiz
El Segundo Acuerdo
«No te tomes nada personalmente»
El Segundo Acuerdo consiste
en no tomarte nada personalmente. Suceda lo que suceda a tu alrededor no te lo
tomes personalmente. Utilizando un ejemplo anterior, si te encuentro en la
calle y te digo: «¡Eh, eres un estúpido!», sin
conocerte, no me refiero a ti, sino a mí. Si te lo tomas personalmente, tal vez
te creas que eres un estúpido. Quizá te digas a ti mismo: «¿Cómo
lo sabe? ¿Acaso es clarividente o es que todos pueden ver lo estúpido que
soy?».
Te lo tomas personalmente porque
estás de acuerdo con cualquier cosa que se diga. Y tan pronto como estás de
acuerdo, el veneno te recorre y te encuentras atrapado en el sueño del
infierno. El motivo de que estés atrapado es lo que llamamos «la importancia
personal». La importancia personal, o el tomarse las cosas personalmente, es la
expresión máxima del egoísmo, porque consideramos que todo gira a nuestro
alrededor. Durante el período de nuestra educación (o de nuestra
domesticación), aprendimos a tomarnos todas las cosas de forma personal.
Creemos que somos responsables de todo. ¡Yo, yo, yo y siempre yo! Nada de lo
que los demás hacen es por ti. Lo hacen por ellos mismos.
Todos vivimos en nuestro propio
sueño, en nuestra propia mente; los demás están en un mundo completamente
distinto de aquel en que vive cada uno de nosotros. Cuando nos tomamos
personalmente lo que alguien nos dice, suponemos que sabe lo que hay en nuestro
mundo e intentamos imponérselo por encima del suyo. Incluso cuando una
situación parece muy personal, por ejemplo cuando alguien te insulta
directamente, eso no tiene nada que ver contigo. Lo que esa persona dice, lo
que hace y las opiniones que expresa responden a los acuerdos que ha
establecido en su propia mente. Su punto de vista surge de toda la programación
que recibió durante su domesticación.
Si alguien te da su opinión y te
dice: «¡Oye, estás muy gordo!», no te lo tomes personalmente,
porque la verdad es que se refiere a sus propios sentimientos, creencias y
opiniones. Esa persona intentó enviarte su veneno, y si te lo tomas
personalmente, lo recoges y se convierte en tuyo. Tomarse las cosas
personalmente te convierte en una presa fácil para esos depredadores, los magos
negros. Les resulta fácil atraparte con una simple opinión, después te
alimentan con el veneno que quieren, y como te lo tomas personalmente, te lo
tragas sin rechistar. Te comes toda su basura emocional y la conviertes en tu
propia basura. Pero si no te lo tomas personalmente, serás inmune a todo veneno
aunque te encuentres en medio del infierno. Esa inmunidad es un don de este
acuerdo. Cuando te tomas las cosas personalmente, te sientes ofendido y
reaccionas defendiendo tus creencias y creando conflictos. Haces una montaña de
un grano de arena porque sientes la necesidad de tener razón y de que los demás
estén equivocados. También te esfuerzas en demostrarles que tienes razón dando
tus propias opiniones. Del mismo modo, cualquier cosa que sientas o hagas no es
más que una proyección de tu propio sueño personal, un reflejo de tus propios
acuerdos. Lo que dices, lo que haces y las opiniones que tienes se basan en los
acuerdos que tú has establecido y no tienen nada que ver conmigo.
Lo que pienses de mí no es
importante para mí y no me lo tomo personalmente. Cuando la gente me dice:
«Miguel, eres el mejor», no me lo tomo personalmente y tampoco lo hago cuando
me dice: «Miguel, eres el peor». Sé que cuando estés contento, me dirás: «¡Miguel, eres un ángel!». Pero cuando estés enfadado
conmigo, me dirás: «¡Oh,
Miguel, eres un demonio! Eres repugnante. ¿Cómo puedes decir esas cosas?».
Ninguno de los dos comentarios me afecta porque yo sé lo que soy. No necesito
que me acepten. No necesito que nadie me diga: «¡Miguel,
qué bien lo haces!», o: «¿Cómo eres capaz de hacer eso?».
No, no me lo tomo personalmente.
Pienses lo que pienses, sientas lo que sientas, sé que se trata de tu problema
y no del mío. Es tu manera de ver el mundo. No me lo tomo de un modo personal
porque te refieres a ti mismo y no a mí. Los demás tienen sus propias opiniones
según su sistema de creencias, de modo que nada de lo que piensen de mí estará
realmente relacionado conmigo, sino con ellos.
Es posible que incluso me digas:
«Miguel, lo que dices me duele». Pero lo que te duele no es lo que yo digo,
sino las heridas que tienes y que yo he rozado con lo que he dicho. Eres tú
mismo quien se hace daño. No me lo puedo tomar personalmente en modo alguno, y
no porque no crea ni confíe en ti, sino porque sé que ves el mundo con
distintos ojos, con los tuyos.
Creas una película
entera en tu mente y en ella tú eres el director, el productor y el
protagonista. Todos los demás tenemos papeles secundarios. Es tu película. La manera en que ves
esa película se basa en los acuerdos que has establecido con la vida. Tu punto
de vista es algo personal tuyo. No es la verdad de nadie más que de ti. Por
consiguiente, si te enfadas conmigo, sé que eso está relacionado contigo. Yo
soy la excusa para que tú te enfades. Y te enfadas porque tienes miedo, porque
te enfrentas a tu miedo. Si no tuvieras miedo, no te enfadarías
conmigo en modo alguno. Si no tuvieras miedo, no me odiarías en modo alguno. Si
no tuvieras miedo, no estarías triste ni celoso en modo alguno.
Si vives sin miedo, si amas, no hay
lugar para ninguna de esas emociones. Si no tienes ninguna de esas emociones,
lógicamente te sientes bien. Cuando te sientes bien, todo lo que te rodea está
bien. Cuando todo lo que te rodea es magnífico, todo te hace feliz. Amas todo
lo que te rodea porque te amas a ti mismo, porque te gusta como eres, porque
estás contento contigo mismo, porque te sientes feliz con tu vida. Estás
satisfecho con la película que tú mismo produces y con los acuerdos que has
establecido con la vida. Estás en paz y eres feliz. Vives en ese estado de
dicha en el que todo es verdaderamente maravilloso y bello. En ese estado de
dicha, estableces una relación de amor con todo lo que percibes en todo momento.
Sea lo que sea lo que la gente
haga, piense o diga, no te lo tomes personalmente. Si te dice que eres
maravilloso, no lo dice por ti. Tú sabes que eres maravilloso. No es necesario
que otras personas te lo digan para creerlo. No te tomes nada personalmente.
Aun cuando alguien agarrase una pistola y te disparase en la cabeza, no sería
nada personal. Incluso hasta ese extremo. Ni siquiera las opiniones que tienes
sobre ti mismo son necesariamente verdad; por consiguiente, no tienes la menor
necesidad de tomarte cualquier cosa que oigas en tu propia mente personalmente.
La mente tiene la capacidad de hablarse a sí misma, pero también tiene la
capacidad de escuchar la información que está disponible de otras esferas.
La mente también es capaz de
hablarse y escucharse a sí misma. Tu mente está dividida, igual que lo está tu
cuerpo. Del mismo modo en que puedes estrechar con una mano tu otra mano y
sentirla, la mente puede hablar consigo misma. Una parte de tu mente habla y
otra escucha. Cuando muchas partes de tu mente hablan todas al mismo tiempo, se
origina un gran problema. A esto lo llamamos mitote, ¿recuerdas? Podemos
comparar el mitote con un enorme mercado en el que miles de personas hablan y
hacen trueques a la vez. Cada una tiene pensamientos y sentimientos diferentes;
cada una tiene un punto de vista distinto. Todos los acuerdos que hemos
establecido -la programación de la mente- no son necesariamente compatibles
entre sí. Cada acuerdo es como un ser vivo independiente; tiene su propia
personalidad y su propia voz. Hay acuerdos incompatibles, que se contradicen
los unos a los otros, y el conflicto se va extendiendo hasta que estalla una
gran guerra en la mente.
El mitote es la razón por la que
los seres humanos apenas saben lo que quieren, cómo lo quieren o cuándo lo
quieren. No están de acuerdo con ellos mismos porque unas partes de la mente
quieren una cosa y otras quieren exactamente lo contrario. Una parte de la
mente pone objeciones a determinados pensamientos y actos y otra los apoya.
Todos estos pequeños seres vivientes crean conflictos internos porque están
vivos y cada uno tiene su propia voz. Únicamente si hacemos un inventario de
nuestros acuerdos destaparemos todos los conflictos de la mente y, con el
tiempo, llegaremos a extraer orden del caos del mitote.
No te tomes nada personalmente porque, si lo haces, te expones a sufrir por
nada. Los seres humanos somos adictos al sufrimiento en diferentes niveles y
distintos grados; nos apoyamos los unos a los otros para mantener esta
adicción. Hemos acordado ayudarnos mutuamente a sufrir. Si tienes la necesidad
de que te maltraten, será fácil que los demás lo hagan. Del mismo modo, si
estás con personas que necesitan sufrir, algo en ti hará que las maltrates. Es
como si llevasen un cartel en la espalda que dijera: «Patéame, por favor».
Piden una justificación para su sufrimiento. Su adicción al sufrimiento no es
más que un acuerdo que refuerzan a diario.
Vayas donde vayas, encontrarás a gente
que te mentirá, pero a medida que tu conciencia se expanda, descubrirás que tú
también te mientes a ti mismo. No esperes que los demás te digan la verdad,
porque ellos también se mienten a sí mismos. Tienes que confiar en ti y decidir
si crees o no lo que alguien te dice. Cuando realmente vemos a los demás tal
como son sin tomárnoslo personalmente, lo que hagan o digan no nos dañará.
Aunque los demás te mientan, no importa. Te mienten porque tienen miedo. Tienen
miedo de que descubras que no son perfectos. Quitarse la máscara social resulta
doloroso. Si los demás dicen una cosa, pero hacen otra y tú no prestas atención
a sus actos, te mientes a ti mismo. Pero si eres veraz contigo mismo, te
ahorrarás mucho dolor emocional. Decirte la verdad quizá resulte doloroso, pero
no necesitas aferrarte al dolor. La curación está en camino; que las cosas te
vayan mejor es sólo cuestión de tiempo.
Si alguien no te trata con amor ni
respeto, que se aleje de ti es un regalo. Si esa persona no se va, lo más
probable es que soportes muchos años de sufrimiento con ella. Que se marche
quizá resulte doloroso durante un tiempo, pero finalmente tu corazón sanará.
Entonces, elegirás lo que de verdad quieres. Descubrirás que, para elegir
correctamente, más que confiar en los demás, es necesario que confíes en ti
mismo.
Cuando no tomarte nada
personalmente se convierta en un hábito firme y sólido, te evitarás muchos
disgustos en la vida. Tu rabia, tus celos y tu envidia desaparecerán, y si no
te tomas nada personalmente, incluso tu tristeza desaparecerá. Si conviertes el
Segundo Acuerdo en un hábito, descubrirás que nada podrá devolverte al
infierno. Una gran cantidad de libertad surge cuando no nos tomamos nada
personalmente. Serás inmune a los magos negros y ningún hechizo te afectará,
por muy fuerte que sea. El mundo entero puede contar chismes sobre ti, pero si
no te los tomas personalmente, serás inmune a ellos. Alguien puede enviarte
veneno emocional de forma intencionada, pero si no te lo tomas personalmente,
no te lo tragarás. Cuando no tomas el veneno emocional, se vuelve más nocivo
para el que lo envía, pero no para ti.
Ya puedes ver cuán importante es
este acuerdo. No tomar nada personalmente te ayuda a romper muchos hábitos y
costumbres que te mantienen atrapado en el sueño del infierno y te causan un
sufrimiento innecesario. Si mantienes este acuerdo, viajarás por todo el mundo
con el corazón abierto por completo y nadie te herirá. Dirás: «Te amo», sin
miedo a que te rechacen o te ridiculicen. Pedirás lo que necesites. Dirás sí o
dirás no -lo que tú decidas- sin culparte ni juzgarte. Siempre puedes seguir a
tu corazón. Si lo haces, aunque estés en medio del infierno, experimentarás
felicidad y paz interior. Permanecerás en tu estado de dicha y el infierno no
te afectará en absoluto.
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