LOS CUATRO ACUERDOS
Sabiduría Tolteca
Miguel Ruiz
Tercer Acuerdo
«No hagas suposiciones»
El tercer acuerdo consiste en no hacer suposiciones. Tendemos a
hacer suposiciones sobre todo. El problema es que, al hacerlo, creemos que lo
que suponemos es cierto. Juraríamos que es real. Hacemos suposiciones sobre lo
que los demás hacen o piensan -nos lo tomamos personalmente - y después, los
culpamos y reaccionamos enviando veneno emocional con nuestras palabras. Este
es el motivo por el cual siempre que hacemos suposiciones, nos buscamos
problemas. Hacemos una suposición, comprendemos las cosas mal, nos lo tomamos
personalmente y acabamos haciendo un gran drama de nada.
Toda la tristeza y los
dramas que has experimentado tenían sus raíces en las suposiciones que hiciste
y en las cosas que te tomaste personalmente. Concédete un momento para considerar
la verdad de esta afirmación. Toda la cuestión del dominio entre los seres
humanos gira alrededor de las suposiciones y el tomarse las cosas
personalmente. Todo nuestro sueño del infierno se basa en ello.
Producimos mucho veneno emocional haciendo suposiciones y
tomándonoslas personalmente, porque por lo general, empezamos a chismorrear a partir
de nuestras suposiciones. Recuerda que chismorrear es nuestra forma de
comunicarnos y enviarnos veneno los unos a los otros en el sueño del infierno.
Como tenemos miedo de pedir una aclaración, hacemos suposiciones y creemos que
son ciertas; después, las defendemos e intentamos que sea otro el que no tenga
razón. Siempre es mejor preguntar que hacer una suposición, porque las
suposiciones crean sufrimiento.
El gran mitote de la mente humana crea un enorme caos que nos lleva
a interpretar y entender mal todas las cosas. Sólo vemos lo que queremos ver y
oímos lo que queremos oír. No percibimos las cosas tal como son. Tenemos la
costumbre de soñar sin basarnos en la realidad. Literalmente, inventamos las
cosas en nuestra imaginación. Como no entendemos algo, hacemos una suposición
sobre su significado y cuando la verdad aparece, la burbuja de nuestro sueño
estalla y descubrimos que no era en absoluto lo que nosotros creíamos.
Un ejemplo: Andas por el paseo y ves a una persona que te gusta. Se
vuelve hacia ti, te sonríe y después se aleja. Sólo con esta experiencia puedes
hacer muchas suposiciones. Con ellas es posible crear toda una fantasía. Y tú
verdaderamente quieres creerte la fantasía y convertirla en realidad. Empiezas
a crear un sueño completo a partir de tus suposiciones y puede que te lo creas:
«Realmente le gusto mucho». A partir de esto, en tu mente empieza una relación
entera. Quizás, en tu mundo de fantasía, hasta llegues a casarte con esa
persona. Pero la fantasía está en tu mente, en tu sueño personal.
Hacer suposiciones en
nuestras relaciones significa buscarse problemas. A menudo, suponemos que
nuestra pareja sabe lo que pensamos y que no es necesario que le digamos lo que
queremos. Suponemos que hará lo que queremos porque nos conoce muy bien. Si no
hace lo que creemos que debería hacer, nos sentimos realmente heridos y
decimos: «Deberías haberlo sabido».
Otro ejemplo: Decides casarte y supones que tu pareja ve el
matrimonio de la misma manera que tú. Después, al vivir juntos, descubres que
no es así. Esto crea muchos conflictos; sin embargo, no intentas clarificar tus sentimientos sobre el matrimonio. El
marido regresa a casa del trabajo. La mujer está furiosa y el marido no sabe
por qué. Quizá sea porque la mujer hizo una suposición. No le dice a su marido
lo que quiere porque supone que él la conoce tan bien que ya lo sabe, como si
pudiese leer su mente. Se disgusta porque él no satisface sus expectativas.
Hacer suposiciones en las relaciones conduce a muchas disputas, dificultades y
malentendidos con las personas que supuestamente amamos.
En cualquier tipo de relación, podemos suponer que los demás saben
lo que pensamos y que no es necesario que digamos lo que queremos. Harán lo que
queremos porque nos conocen muy bien. Si no lo hacen, si no hacen lo que
creemos que deberían hacer, nos sentimos heridos y pensamos: «¿Cómo ha podido
hacer eso? Debería haberlo sabido». Suponemos que la otra persona sabe lo que
queremos. Creamos un drama completo porque hacemos esta suposición y después
añadimos otras más encima de ella.
El funcionamiento de la mente humana es muy interesante.
Necesitamos justificarlo, explicarlo y comprenderlo todo para sentirnos
seguros. Tenemos millones de preguntas que precisan respuesta porque hay muchas
cosas que la mente racional es incapaz de explicar. No importa si la respuesta
es correcta o no; por sí sola, bastará para que nos sintamos seguros.
Esta es la razón por la cual hacemos suposiciones. Si los demás nos
dicen algo, hacemos suposiciones, y si no nos dicen nada, también las hacemos
para satisfacer nuestra necesidad de saber y reemplazar la necesidad de
comunicarnos. Incluso si oímos algo y no lo entendemos, hacemos suposiciones
sobre lo que significa, y después, creemos en ellas. Hacemos todo tipo de
suposiciones porque no tenemos el valor de preguntar.
La mayoría de las veces, hacemos nuestras suposiciones con gran
rapidez y de una manera inconsciente, porque hemos establecido acuerdos para
comunicarnos de esta forma. Hemos acordado que hacer preguntas es peligroso y
que la gente que nos ama debería saber qué queremos o cómo nos sentimos. Cuando
creemos algo, suponemos que tenemos razón hasta el punto de llegar a destruir
nuestras relaciones para defender nuestra posición.
Suponemos que todo el mundo ve la vida del mismo modo que nosotros.
Suponemos que los demás piensan, sienten, juzgan y maltratan como nosotros lo
hacemos. Esta es la mayor suposición que podemos hacer y es la razón por la cual nos da miedo ser
nosotros mismos ante los demás, porque creemos que nos juzgarán, nos
convertirán en sus víctimas, nos maltratarán y nos culparán como nosotros
mismos lo hacemos. De modo que, incluso antes de que los demás tengan la
oportunidad de rechazarnos, nosotros ya nos hemos rechazado a nosotros mismos.
Así es como funciona la mente humana.
También hacemos suposiciones sobre nosotros mismos y esto crea
muchos conflictos internos. Por ejemplo, supones que eres capaz de hacer algo y
después descubres que no lo eres. Te sobrestimas o te subestimas a ti mismo
porque no te has tomado el tiempo necesario para hacerte preguntas y
contestártelas. Tal vez necesites más datos sobre una situación en particular.
O quizá necesites dejar de mentirte a ti mismo sobre lo que verdaderamente
quieres.
A menudo, cuando inicias una relación con alguien que te gusta,
tienes que justificar por qué te gusta. Sólo ves lo que quieres ver y niegas
que algunos aspectos de esa persona te disgustan. Te mientes a ti mismo con el
único fin de sentir que tienes razón. Después haces suposiciones y una de ellas
es: «Mi amor cambiará a esta persona». Pero no es verdad. Tu amor no cambiará a
nadie. Si las personas cambian es porque quieren cambiar, no porque tú puedas
cambiarlas. Entonces, ocurre algo entre vosotros dos y te sientes dolido. De
pronto, ves lo que no quisiste ver antes, sólo que ahora está amplificado por
tu veneno emocional. Ahora tienes que justificar tu dolor emocional y echar la
culpa de tus decisiones a los demás. No es necesario que justifiquemos el amor;
está presente o no lo está. El amor verdadero es aceptar a los demás tal como
son, sin tratar de cambiarlos. Si intentamos cambiarlos significa que, en
realidad, no nos gustan. Por supuesto, si decides vivir con alguien, si llegas
a ese acuerdo, siempre será mejor que esa persona sea exactamente como tú
quieres que sea. Encuentra a alguien a quien no tengas que cambiar en absoluto.
Resulta mucho más fácil hallar a alguien que ya sea como tú quieres que sea,
que intentar cambiar a una persona. Además, ese alguien debe quererte tal como eres
para no tener que hacerte cambiar en absoluto. Si otras personas piensan que
tienes que cambiar, eso significa que, en realidad, no te aman tal como eres.
¿Y para qué estar con alguien si tú no eres tal como quiere que
seas? Debemos
ser quienes somos, de modo que no tenemos que presentar una falsa imagen. Si me
amas tal como soy, muy bien, tómame. Si no me amas tal como soy, muy bien,
adiós. Búscate a otro. Quizá suene duro, pero este tipo de comunicación
significa que los acuerdos personales que establecemos con los demás son claros
e impecables. Imagínate tan sólo el día en que dejes de suponer cosas de tu
pareja, y a la larga, de cualquier otra persona de tu vida. Tu manera de
comunicarte cambiará completamente y tus relaciones ya no sufrirán más a causa
de conflictos creados por suposiciones equivocadas.
La manera de evitar las
suposiciones es preguntar. Asegúrate de que las cosas te queden claras. Si no comprendes
alguna, ten el valor de preguntar hasta clarificarlo todo lo posible, e incluso
entonces, no supongas que lo sabes todo sobre esa situación en particular. Una
vez que escuches la respuesta, no tendrás que hacer suposiciones porque sabrás
la verdad.
Asimismo, encuentra tu voz para preguntar lo que quieres. Todo el
mundo tiene derecho a contestarte «sí» o «no», pero tú siempre tendrás derecho
a preguntar. Del mismo modo, todo el mundo tiene derecho a preguntarte y tú tienes
derecho a contestar «sí» o «no».
Si no entiendes algo, en lugar de hacer una suposición, es mejor
que preguntes y que seas claro. El día que dejes de hacer suposiciones, te
comunicarás con habilidad y claridad, libre de veneno emocional. Cuando ya no
hagas suposiciones, tus palabras se volverán impecables.
Con una comunicación clara, todas tus relaciones cambiarán, no sólo
la que tienes con tu pareja, sino también todas las demás. No será necesario
que hagas suposiciones porque todo se volverá muy claro. Esto es lo que yo
quiero y esto es lo que tú quieres. Si nos comunicamos de esta manera, nuestras
palabras se volverán impecables. Si todos los seres humanos fuésemos capaces de
comunicarnos de esta manera, con la impecabilidad de nuestras palabras, no
habría guerras, ni violencia ni disputas. Sólo con que fuésemos capaces de
tener una comunicación buena y clara, todos nuestros problemas se resolverían.
Este es, pues, el Tercer Acuerdo: No hagas suposiciones.
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