El
cuidado de
Por Nancy
Erica Ortiz
Hay un lugar
interior que todos deberíamos conservar, un espacio de paz, de quietud, de
sentimiento de Estar Bien y conformes, pese a lo que afuera suceda.
Este espacio interior es nuestro refugio principalmente en los momentos de
incertidumbre, de angustia o soledad.
Todos debiéramos
poder encontrar con facilidad este espacio, para poder allí refugiarnos en su
paz y seguridad en los momentos difíciles. Sin embargo, lo que a menudo se
siente es un gran vacío. Un angustioso e intolerable vacío del que
desesperadamente se quiere huir. Es así que no pudiendo encontrar el
recogimiento interior se busca aplacar por medios externos lo que no proviene
de adentro. Los alimentos dulces como golosinas,
Sabemos que muchas de las carencias sentidas en la adultez tienen raíz en la
niñez, por eso la importancia de ocuparnos de los niños, de acompañar sus
procesos, de conocer sus necesidades.
Rudolf Steiner, el creador de
El “Sentido de
Por un instante cierre los ojos y sienta su interior. Sienta si hay calma, si
hay quietud. Ahora recuerde un momento donde esta calma no estuvo, donde se
sentía alterado, nervioso o con algún dolor. Este es el sentido de la vida, el
sentido que le comunica paz, o el sentido que le comunica un estado interior
alterado.
La actividad primera del sentido de la vida es transmitir paz y calma cuando
todo está en orden, y cuando no es así, se altera sintomatizando
en el cuerpo o en el ánimo. Normalmente nos damos cuenta de que estábamos bien,
cuando comenzamos a sentirnos mal. Es decir, en general percibimos el sentido
de la vida cuando se ve alterado por alguna razón interna o externa.
El niño nace con la conciencia de que el mundo es bueno. Y en las primeras
experiencias de malestar, de dolor o incomodidad física o anímica se le debe
confirmar que el mundo efectivamente es bueno, calmándolo, acompañándolo y
conteniendo su Ser para que vuelva a la paz.
Es por eso que el sentido de la vida es uno de los sentidos fundamentales.
Porque comunica al niño lo más sensible: ¿Cómo me siento? ¿Cómo es el mundo
conmigo?
Cuando el niño es pequeño su cuerpo le resulta incómodo, indominable.
A medida que va creciendo va conociendo sus capacidades y sus límites. Va
controlando sus impulsos apropiándose de si mismo.
Pero cómo vive este proceso de adaptación y de autoconocimiento es de vital
importancia para su futuro.
El niño en
crecimiento debe conectarse con la sensación de estar bien, de estar a gusto
consigo mismo, de estar cuidado y contenido. Como ya he dicho, es aquí donde el
niño tiene que confirmar que el Mundo es Bueno. Es en él mismo, en el sentido
de la vida, donde debe sentir la bondad y la quietud.
Al principio comenzará a percibirlo desde el cuerpo, lo cual tendrá eco en su
interior. Lo que comienza como un cuidado físico se traslada a un sentimiento
anímico de estar bien, de estar conforme, de estar en paz y seguro.
Y este cuidado debe provenir de afuera, debe venir de sus padres al principio,
y luego de todo el entorno más inmediato.
Es esencial que el niño sienta de sus padres contención, amparo y cuidado,
tanto de su cuerpo como de su estado interno.
Los padres son para los niños la figura de Dios. Son lo más cercano que ellos
tienen al Padre-Madre Celestial. Para el niño pequeño son su mundo, y de ellos
necesita recibir amor para construir la confianza, la entrega, la alegría de
existir.
El niño a través
del cuidado de sus padres aprende a confiar en la contención del mundo, y por
otro lado e igual de importante, se genera en su interior un lugar de recogimiento,
un lugar de calma y quietud. Aquí residirá la seguridad, el abrazo, la
confianza y la entrega, y por supuesto, todo esto contribuirá
significativamente en el desarrollo de su personalidad futura.
En este lugar el niño podrá encontrarse en paz con su cuerpo y con su espíritu.
Este lugar es el que buscamos desesperadamente cuando somos adultos. Es a este
lugar donde queremos volver cada vez que sucede algo disonante. Este lugar
es el interior del niño, pero he aquí la labor: Este lugar se construye con la
presencia y el cuidado intuitivo de los adultos.
Muchos padres tienden a asustarse o alarmarse cuando el niño está simplemente
tranquilo. Reflexionan equivocadamente que ser pequeño significa estar en
constante movimiento, murmullo o en un excitado estado anímico. Pero eso que
asusta es lo que debemos permitir que suceda. La tranquilidad. El niño tiene la
capacidad de estar tranquilo, solo que a veces no se le es fomentado o no se le
es permitido.
El niño ya desde muy pequeño debe aprender del silencio y la quietud sin que
eso signifique estar desanimado o enfermo.
Si el niño logra percibirse tranquilo, si se lo acompaña con entrega, podrá
saber lo que es sentirse Bien internamente. Bien con si mismo y con los demás.
Rudolf Steiner llamó a este estado “sentirse bien
interiormente como integridad”. Hoy en día vemos a los niños reaccionar
desmedidamente ante todo. Los vemos alterarse fácilmente, los vemos ir y venir
con sus emociones a flor de piel. Hay una parte del niño que está sin control y
que reacciona con facilidad.
Si el niño se siente como una integridad armónica, se siente entero
internamente, su cuerpo y su espíritu estarán
capacitados para no quebrantarse ante diversas afecciones. Más sencillamente,
si el interior del niño está bien está contenido, conoce lo que es la quietud,
sabe lo que es la calma, no será vulnerable a cualquier hecho.
Hoy nos
encontramos ante niños absolutamente vulnerables a cualquier estímulo, niños
con una muy baja tolerancia. Pero ¿Cómo podemos pedirles a estos niños que
permanezcan quietos, que no griten, que estén tranquilos, si en muchos casos no
conocen ese estado? Lamentablemente a menudo les es más familiar la desarmonía
que la armonía.
Esto es lo que tenemos que rescatar: el pedido de auxilio de los niños. La
humanidad debe recuperar la calma, debe aprender las diversas formas de estar
bien. Debe recuperar la vida interior porque esto es lo que más necesitan los
Niños de Hoy.
Contención y cuidado es lo que necesitan, y no se trata sólo del cuidado corporal,
sino también anímico y espiritual, con dedicación sincera, con verdadera
participación interna por parte del adulto.
Si el niño recibe
este amor a través del cuidado del entorno, si puede conocer lo que es estar
tranquilo pero feliz, experimentará la bondad en su ser, la bondad del mundo,
registro que le quedará para toda su vida.
Antes de terminar, sólo una sutil e importante aclaración: lo que el niño
vivenciará será lo que está detrás de nuestros actos, más allá de lo que se le
muestre. El niño tomará la esencia que está detrás de las formas, por eso el
trabajo es mutuo.
Los niños son un reflejo de nosotros mismos. Podremos mostrarles tranquilidad,
podremos cuidarlos exageradamente, pero lo que el niño tomará es la esencia de
cada acto. Es el ritmo de nuestra respiración en ese preciso momento.
En la segunda entrega trataremos las alteraciones de conducta y carácter
ligadas al deficiente cuidado de la vida interior del niño.
Autora: Nancy Erica Ortiz
Creadora del curso "Los Niños de
Hoy"
www.caminosalser.com/nancyortiz
Editora de www.caminosalser.com
Fuente de inspiración y Bibliografía consultada: "Niños temerosos,
tristes e inquietos", de Henning Köhler.
Edición: Sebastián Alberoni - www.caminosalser.com
Contenido Relacionado: El
cuidado de la Vida Interior del Niño. Segunda Parte: Intolerancia, poca
paciencia, irritabilidad. Hiperactividad
Nancy Erica Ortiz
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nancyortiz@caminosalser.com