Autocuración por desestructuración de la rutina
Hoy sabemos que las enfermedades son desequilibrios energéticos,
originadas en shocks emocionales que desestabilizan el funcionamiento de
nuestro cuerpo.
Estudiamos entonces distintas terapias basadas en
volver a equilibrar
las energías, básicamente lo que hacemos con las
medicinas del nuevo paradigma es equilibrar el flujo y las relaciones
electromagnéticas de las partículas que conforman nuestro organismo.
Pero el cuerpo no se termina en nosotros, ya que éste funciona con el medioambiente
en homeóstasis. No podemos encarar una enfermedad sin tener en cuenta el
medioambiente.
Existe otro factor muy importante que tiene que ver
con el funcionamiento de los sistemas orgánicos y que raramente es tenido en
cuenta por los investigadores de la salud: las rutinas.
Una de las formas más prácticas, rápidas y
eficientes que he encontrado para la autocuración es la desestructuración, la
reconfiguración del sistema que utiliza la enfermedad para desarrollarse.
Una enfermedad necesita una estructura como caldo
de cultivo para terminar manifestándose con sus síntomas. Por ejemplo, un virus
encontrará una estructura idónea en un sistema inmunológico debilitado. Una
bacteria patógena encontrará una estructura maravillosa para reproducirse en un
medio húmedo o de determinada temperatura.
Cuando nos encontramos enfermos, la enfermedad tuvo
que seguir un proceso para desarrollarse, pero también tuvo que sentar sus
bases en una estructura adecuada que le ofrecimos con nuestras costumbres que
nos llevaron al estado actual del sistema.
La ira contenida durante mucho tiempo es también
una estructura idónea para que las células cancerígenas comiencen a
desarrollarse.
Por ello, la desestructuración del medio es uno de
los recursos más eficientes para acabar con la enfermedad.
Si una persona deja de exponerse a la luz solar, se
encierra, se pasa largas horas recibiendo la radiación del monitor del
ordenador y no hace ejercicio físico, es muy probable que esté creando una
estructura idónea para que se desarrolle una depresión.
Para liberarse de la depresión, puede cambiar su
rutina, haciendo exactamente lo contrario. Tomar sol, salir a caminar y hacer
ejercicio y dejar de conectarse a Internet por un tiempo.
Toda enfermedad necesita de una rutina previa como
estructura para desarrollarse. Un sistema que se encuentre en determinadas
condiciones.
Y de cambiar radicalmente esas condiciones, la
enfermedad ya no encuentra las bases para continuar su desarrollo.
Por ello, es de gran ayuda, y puede llevarte a la
cura completa, desestructurar el sistema que
previamente le habías ofrecido a la enfermedad.
Cuando se manifiestan los síntomas de un desequilibrio en mi cuerpo, comienzo
un proceso de autocuración con un lápiz y una hoja de papel.
Dos columnas: en una, las rutinas que vine haciendo
en los últimos meses, en la otra, cómo las voy a cambiar.
Un ejemplo:
“Me venía levantando a las ocho de la mañana” y
“ahora me levantaré a las siete”.
“Venía desayunando café con tostadas”, “Ahora
desayunaré leche con cereales”.
“Últimamente estuve algo angustiada por no poder
llegar a fin de mes” “Ahora prescindiré de aquellos gastos que son realmente
innecesarios”.
Estos pequeños cambios en la rutina diaria,
significan una gran desestructuración para la enfermedad que se está
desarrollando. Estamos cambiando los circuitos de circulación de la
información, estamos programando el cuerpo de una manera diferente, llevándolo
a otro estado, un estado que ya no será igual que el que le habíamos ofrecido
antes.
Esta técnica de auto-curación, es infinitamente
flexible y puede incluso perfeccionarse y orientarse a cada enfermedad en
particular si conocemos las rutinas que favorecen a una u otra dolencia.
La idea me surgió de una conversación que tuve una
vez con una chamán al que le dije “quiero cambiar mi vida” y él me contestó:
-”Eso es muy fácil, lo puedes hacer de un día para
el otro.”
Sorprendida, le pedí más explicaciones.
-“Haz una lista de lo que sueles hacer desde que te
levantas hasta que te acuestas, y ahora modifica esa lista de un día para el
otro. Si te levantabas a las ocho, comienza a levantarte a las siete. Si
desayunabas café, ahora desayuna té. Si ibas a trabajar en autobús, ahora ve al
trabajo en bicicleta. Si te vestías con pantalones, comienza a usar falda. Si
ibas a visitar todos los días a tu abuela, ahora ve a visitar a tu abuelo. En
una semana toda tu vida habrá cambiado completamente.”.
Lo que parecía algo sin sentido, en realidad era
totalmente lógico. La primera vez que lo practiqué fue en medio de una
separación trágica con una persona a la que quería mucho. Me sentía tan
desesperada y enferma que decidí hacer la famosa listita y cambié de un día
para el otro todas mis rutinas.
La recuperación fue increíblemente rápida, pero
además, se manifestaron en mi vida nuevas posibilidades y recursos que antes ni
había sospechado que tenía.
No me costó tanto hacer el cambio, sólo tenía que
consultar la lista.
La segunda vez que lo hice fue frente a una
bronquitis que casi acaba con mi sistema respiratorio. Cambié la hora de
levantarme por la mañana, cambié la marca de pasta dental, tiré a la basura mi
perfume preferido y me compré otro, cambié totalmente mis comidas, no sólo las
horas a las que comía sino también los alimentos que consumía.
Dejé de ver mi serie favorita en
Los resultados fueron asombrosos. En dos semanas la
tos se había ido completamente y otra vez estaba sana.
Si a éste cambio radical de rutina le agregas
acciones “personalizadas” a cada tipo de enfermedad, conociendo sus orígenes y
su dinámica, es un gol.
Hoy tenemos acceso a mucha literatura que nos
explica el origen emocional de cada enfermedad, para poder detectar cómo se ha
producido y en que se basará para seguir su curso.
Por ejemplo, si la enfermedad es en el sistema
digestivo, sabemos que en la lista debemos incluir un cambio de dieta, y
también sabemos que debemos cambiar la percepción que tenemos sobre una
situación que no estamos aceptando demasiado bien, algo “que no podemos
tragar”.
Si se nos manifiesta una enfermedad en la piel,
podemos estudiar si el sol será beneficioso para ella o no, pero también
trataremos de poner en la lista si estamos teniendo alguna conducta que nos
provoque un problema social, ya que los conflictos emocionales relacionados al
contacto social suelen manifestarse en la piel.
Hay un libro de Christian Fleche muy
interesante que puede ayudarnos como guía para detectar el origen emocional de
las enfermedades, un libro que nos da una nueva perspectiva sobre el cuerpo
como herramienta de curación, y que nos explica claramente cómo se manifiestan
las diferentes enfermedades según el shock emocional que haya provocado su
aparición.
También es muy importante que hagas una lista y
¡registres lo que haces cuando estás bien! Continúa con esa rutina, cuando
estás bien.
Todo el medioambiente en el que vives tus rutinas
cotidianas puede estar sirviendo de caldo de cultivo para una enfermedad, por
ello hasta cambiar la decoración de tu casa puede servirte para desestructurarla.
Cuando te pongas a hacer la lista, verás que hay
algunos ítems dentro de tus rutinas que parecen difíciles de cambiar. Por
ejemplo uno de los ítems era mi horario de trabajo, eso no lo podía cambiar,
pues el reloj de la entrada al laboratorio estaría esperando mi tarjeta a
determinada hora.
Bueno, pues apliqué otro tipo de cambio a ese ítem:
ahora en vez de salir de casa a las ocho treinta para ir al trabajo, saldría
media hora antes y en ese tiempo caminaría por el jardín botánico todas las
mañanas.
Los resultados de esta técnica son asombrosos y la
aplico a cualquier situación de desequilibrio. Las rutinas son las estructuras
que sostienen el desarrollo de las enfermedades, aprendamos a “desorientarlas”.
También es muy importante aprender a “escuchar” a
la enfermedad y al cuerpo.
Una gripe por ejemplo, nos impulsará a acostarnos,
nos dejará sin energía. Y esa relajación es necesaria para la curación.
Generalmente ante una gripe seguiremos el ritmo
desenfrenado de actividad, “tapándola” con un frenadol,
y con ello sólo lograremos que se haga recurrente.
Lo más importante de “escuchar” a la enfermedad es
detectar el mensaje que nos está transmitiendo. Las enfermedades son maestras,
son guías y señales de acciones que estamos realizando en contra del camino más
adecuado a seguir.
Cada enfermedad manifiesta una percepción errada de
una situación. La enfermedad nos dice que en algo tenemos que cambiar nuestra
actitud.
Si es un virus, nuestra atención debe estar en el
factor que debilitó nuestro sistema inmunológico, generalmente una situación
que nos produce miedo o angustia.
Si es una depresión, es muy probable que no le
estemos dejando al cuerpo realizar su proceso vital de fotosíntesis, debemos
exponernos mucho más a la luz solar y debemos beber más agua.
Si es una enfermedad de la piel, tenemos un
conflicto de relación, con la pareja, un compañero de trabajo o la familia.
En fin, te recomiendo algunos libros que pueden
orientarte para “personalizar” esa lista que hagas cuando te veas en los
síntomas de un desequilibrio:
Christian Fleche: El origen Emocional de las
enfermedades. Una guía práctica para identificar la causa
psicológica de la enfermedad.
Enric Corbera y Rafael Marañón: Bio-descodificación
Artículo: Enfermedades Psicosomáticas, el
poder de las emociones.
Artículo: Bianca Atwell: Vivir con temor. Influencia del
miedo en las células.
Fuente: Bianca Atwell