LA REALIDAD DESDE MUCHOS
ÁNGULOS
LOS NIÑOS
ÍNDIGO Y EL PROCESO DE ADAPTABILIDAD
Oswaldo Rocha Illescas
No es
sencillo ser un niño Índigo.
Tampoco es
fácil ser padre o maestro de un niño Índigo.
En
los años 80, en los Estados Unidos, una conocida espiritualista norteamericana
de nombre Nancy Ann Tappe, que aplicaba terapias con el color, comenzó a notar
que los niños tenían una coloración azul violeta en las capas más exteriores de
sus auras (llámese así al campo energético alrededor del cuerpo humano), cosa
que nunca había visto antes. Intrigada, decidió investigar más profundamente y
comenzó a reconocer características comunes en todos estos pequeños. Mayor
inteligencia, mayor energía, mayor espiritualidad. Todo parecía ser mayor en
estos niños a los que bautizó como niños Índigo. Poco tiempo después
publicaba Understanding your Life Through Color (Comprendiendo su vida a
través del color), un libro que se convirtió en el primero que abordaba
seriamente el tema de los niños Índigo y que lanzó este término a los niveles
de popularidad que tiene en todo el mundo.
Entre
las principales características de los niños Índigo están, en términos generales,
su sentido de realeza (un natural sentimiento de tener derecho a estar acá), la
necesidad de relacionarse con otros seres, su afán de liderar, su mayor
cantidad de energía, su natural sentido de la justicia y de cuestionar patrones
establecidos. Es difícil para ellos aceptar el concepto de autoridad
propiamente dicho, sobre todo cuando éste no está apoyado en la coherencia de
quien ostenta o reclama dicho estatus. Es decir que, en la mayoría de los
casos, estos niños lo sacarán de sus casillas en todo momento si es que usted
no es coherente entre lo que dice y lo que hace.
Por
un lado, es cierto que muchas de estas características eran inevitables,
teniendo en cuenta que la sociedad se va convirtiendo cada vez con mayor
velocidad en un cúmulo de innovaciones técnicas y de información a todo nivel.
La sociedad se está volviendo cada vez más tecnificada, conceptos como la
computadora, la Internet, la comunicación en tiempo real, etc, que eran sólo
sueños hace algunos años, hoy son una realidad. Es natural entonces que los
niños nacidos hoy tengan una mayor empatía con todas estas cosas, por la simple
razón de que están naciendo en este medio ambiente cargado de cuestiones
tecnológicas.
Hasta
allí no es necesario aplicar el concepto de niño Índigo. Sin embargo, ¿se ha
preguntado si todas las nuevas características de esta sociedad de la
información están basadas en valores verdaderos? No, por supuesto. Esta
sociedad se hace cada día más y más caótica. Criamos a nuestros hijos como si
preparásemos a un futuro campeón de lucha libre, pero con mucha información en
el cerebro, porque asumimos que esta sociedad se va a volver cada vez más
salvaje, deshumanizada, donde por selección natural sólo los más fuertes,
preparados, titulados, van a poder sobrevivir para lograr un buen puesto de
trabajo, un buen auto, un buen departamento y un promisorio futuro, porque
pensamos que todas estas cosas nos traerán la felicidad. Estos niños no encajan
en esos conceptos creados confusamente por todas las generaciones precedentes,
porque todas ellas fundaron una sociedad basada en falsedades inhumanas, no en
valores.
Está
muy bien que hoy a los niños se les acostumbre a manejar aparatos como la
computadora y sus diversas herramientas, cuestiones muy de moda últimamente en
todos los sistemas educacionales, seguramente con la idea de que el temprano
uso de estas cosas los va a preparar mejor para la vida más adelante. Sin
embargo, es mucho mejor tratar de equilibrar el inmenso potencial mental y
espiritual que cada uno de estos niños trae consigo, no diciendo con esto que
todo lo anteriormente expuesto no sea importante, pero en todo caso debe ser
sólo complementario. Y es que la ciencia y la tecnología pueden ser útiles
herramientas pero no nos hacen más felices.
Otra
característica muy importante que se debe tomar en cuenta es que no todos los
niños Índigo son iguales. Los llamamos Índigo como una manera de reconocerlos
por sus cualidades y potencialidades psicológicas, mentales y espirituales más
desarrolladas, pero no están hechos con molde. Este punto es muy importante
porque en la medida en que sepamos “guiar” a estos pequeños, y subrayo esta
palabra, podremos verlos más adelante aplicar en la vida diaria todo esa capacidad que llevan dentro. Si por el contrario,
ellos no encuentran adecuada guía, todo ese potencial quedará dormido
y se convertirán en futuros ciudadanos igualmente condicionados como lo
somos la mayoría de nosotros.
Estos
chicos, al tener los dos hemisferios cerebrales más dotados e interconectados
(el hemisferio izquierdo es el mental, lógico, racional, científico, mientras
el derecho es el intuitivo, artístico, espacial), pueden tener, sobre todo en
el colegio, verdaderos cortocircuitos con las estructuras educativas
tradicionales que se basan en el trabajo exclusivo con uno de los dos
hemisferios. Entonces suelen aburrirse terriblemente, no desean ir al colegio
porque no lo encuentran atractivo y enriquecedor. Detestan hacer las tareas en
el orden en el que “la profesora lo dice”. Y entonces, como consecuencia, son
diagnosticados con Desorden de Déficit de Atención o con Hiperactividad. Y
comienzan los problemas.
Últimamente
se escucha mucho de problemas de falta de atención e hiperactividad en los
niños de hoy. Una actitud muy común es tratar de solucionar estos problemas con
químicos como la famosa Ritalina (metilfenidato)
Esto
demuestra que en los Estados Unidos, donde se toman muy en serio asuntos
relacionados con la salud, tanto física como mental, este punto ha entrado en
los terrenos de la polémica, y confronta directamente a todos aquellos que
opinan que bajo ningún concepto se debe suministrar esta droga y los que opinan
lo contrario.
Un
acercamiento más coherente y humano, en caso de un aparente problema de
hiperactividad y/o falta de atención, sería analizar las posibles causas de
este tipo de actitudes en el niño, su entorno familiar, su propio proceso de
adaptación al medio, su relación con sus padres. No hay que olvidar que los
niños van a tener problemas de adaptación, por ejemplo, con su medio educativo
porque aún muchas escuelas se basan en técnicas de memorización, técnicas que
conforme pasa el tiempo se demuestran cada vez más inconvenientes.
Por
otro lado, estos niños no sólo tienen una gran inteligencia sino que su carga
espiritual es mayor. Están más predispuestos a las cuestiones del espíritu. No
es difícil encontrar pequeños que oran, repiten mantras o participan
encantados en ceremonias religiosas de todo tipo. Esta no es una característica
casual o circunstancial. Estos niños hacen las cosas porque les nace de lo más
profundo del corazón porque su nivel de conciencia está en continua sintonía
con las manifestaciones de la espiritualidad más elevada. Hablamos de
espiritualidad no de religiosidad. Estos niños no encuentran diferencia entre
una religión u otra, todas están bien mientras su discurso y actuación esté
basado en coherentes valores. Si lo analizamos fríamente, nos podemos dar
cuenta que estos niños, adecuadamente guiados, serán hombres y mujeres más
integrales e integrados, donde ciencia y espiritualidad convivirán en perfecta
armonía.
En
conclusión, podemos decir que no es sencillo ser un niño Índigo. Tampoco es
fácil ser padre o maestro de un niño Índigo. A grandes rasgos se han abordado
las principales características de estos nuevos niños, y la clave para criarlos
es el respeto, la atención, el estar continuamente atento a sus necesidades y,
sobre todo, el amor. El proceso de adaptación es en realidad algo mutuo,
cambiante, dinámico, como sobrellevar un curso de especializació
Ó2004, Fundación Indi-go Ecuador.
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