El Tibetano explica en sus escritos que el Nacimiento del Cristo en Belén se repite en los corazones de los hombres cuando alcanzan su Primera Iniciación Mayor.

En la primera iniciación, o el nacimiento del Cristo, generalmente se vivifica el centro cardíaco, a fin de obtener un control más eficaz del vehículo astral y prestar un mayor servicio a la humanidad.

 

Después de esta iniciación se enseña princi­palmente al iniciado lo concerniente al plano astral; debe estabi­lizar su vehículo emocional y aprender a actuar en el plano astral con la misma soltura y facilidad con que lo hace en el plano físico; debe entrar en contacto con los devas astrales; aprender a con­trolar a los elementales del astral; actuar con facilidad en los sub-planos inferiores, y acrecentar el valor y la calidad de su tra­bajo en el plano físico.

 

En esta iniciación pasa del Aula del Apren­dizaje al Aula de la Sabiduría. Entonces se le da especial impor­tancia al desarrollo astral, aunque su equipo mental se desarrolla constantemente. Muchas vidas transcurren entre la primera y se­gunda iniciaciones. Puede pasar un largo período de encarnacio­nes antes de perfeccionar el control del cuerpo astral y el iniciado estar preparado para el próximo paso.

 

En forma interesante apa­rece en El Nuevo Testamento esta analogía en la vida del iniciado Jesús. Pasaron muchos años entre el Nacimiento y el Bautismo, pero en tres años dio los tres pasos restantes. Una vez pasada la segunda iniciación, el progreso es rápido; la tercera y cuarta ini­ciaciones seguirán probablemente en la misma vida o en la si­guiente.

Alice A. Bailey “Iniciación Humana y Solar”. Ed. Fundación Lucis.

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