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El ser humano debe ascender a una nueva
etapa de su historia evolutiva. Paso a paso se eleva la frecuencia vibratoria del
planeta, y esto exige que el individuo afine su energía de acuerdo a tonos cada
vez más altos. Hay fuerzas exteriores que están siendo acomodadas, y también
patrones de comportamiento humano que deben ser modificados. Por ejemplo:
sabemos que la alimentación apropiada es un factor determinante, porque “somos
aquello que comemos”. De ahí deducimos que, si queremos trascender aquello que
somos, hay que comenzar por cambiar aquello que comemos.
La transformación de la nutrición humana ha
comenzado a caminar muy lentamente. Pero poco a poco, lo que se consideraba el
típico menú familiar, va quedando en el olvido. Porque ya la medicina
preventiva ha tomado la bandera de enseñar como los productos de origen animal
pueden dañar el cuerpo, y, en cambio, algunas combinaciones de ciertos
vegetales pueden restaurar la salud a un organismo desequilibrado. Eso está muy
bien, pero la revolución en la alimentación adquiere un propósito más amplio,
si tomamos en cuenta otras perspectivas desde los planos de la conciencia y del
espíritu.
Para que la cualidad más elevada de un ser
despierte, primero tiene que aprender a apoyar la vida y no la muerte. Si
escoge sustentar la vida, debe consumir vida, porque, si de muerte se alimenta,
como muerte se consume. Mediante la sangre derramada no se puede alimentar la
vida, porque existe una ley natural irrevocable, que decreta la descomposición
de la materia muerta. Una vez que ha comenzado la putrefacción de la carne, no
es posible suspenderla, sino que continúa hasta que el proceso de
desintegración esté completo. Por eso cuando un organismo muerto es el alimento
de uno vivo, sutilmente trasmite su mensaje de corrupción y decadencia a cada
célula del cuerpo que alimenta.
En cambio los efectos de una dieta
vegetariana son completamente diferentes. La semilla vegetal es activada por la
tierra cuando es penetrada por el agua y besada por el sol. Al asomarse a la
vida el pequeño retoño instintivamente buscará la luz y se abastecerá de ella.
El reino vegetal no es otra cosa que luz y color almacenados. Cada trozo de
raíz, tallo, hojas, flores, frutos y semillas, que consumes, son rayos de sol
aprisionados. Una planta ofrendará sus frutos desinteresadamente, y estará
siempre dispuesta a dar sin exigir nada a cambio, porque su conciencia es de
luz. Por eso tú afirmas la vida al incorporar los vegetales a tu cuerpo. Como
luz, ellos avivan en tu ser la llamada del amor, del silencio y de la entrega.
Toma en cuenta entonces que, si escoges
alimentarte con animales muertos, estarás anclando en ti más densidad, y
recobrando instintos que ya la especie humana ha superado. Con ello, a nivel de
conciencia te expones a bloquear tus propias fuerzas y caer en el abismo de
quienes no saben, ni quienes son, ni por qué existen. Además, cuando la carne
de esos seres torturados se transforma en tu sangre y en tus huesos, también
asientas dentro de ti el dolor atroz de esas criaturas masacradas.
Adicionalmente recuerda que la “Ley de
En cambio, si aprendes a vivir de la luz del sol, envasada en
vegetales, la naturaleza te aceptará como luz, y despertará tu alma. Aprenderás
a servir lo más sagrado, que es el respeto por la vida y las leyes del amor.
Disolverás tu agresividad y serás paz. Esas son precisamente las
características de la nueva conciencia que a ti te corresponde ahora sembrar y
proteger, si deseas aprovechar la gracia de este momento evolutivo, que te
ofrece una transformación sin precedentes.
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