AUTOCURACIÓN
POR DESESTRUCTURACIÓN DE LA RUTINA
en octubre 4, 2011, a las 6:25 A.m.
en SALUD Y ESPIRITUALIDAD
Hoy sabemos que las enfermedades son
desequilibrios energéticos, originadas en shocks emocionales que desestabilizan
el funcionamiento de nuestro cuerpo.
Estudiamos entonces distintas
terapias basadas en volver a equilibrar las energías, básicamente lo que hacemos con las medicinas
del nuevo paradigma es equilibrar el flujo y las relaciones electromagnéticas
de las partículas que conforman nuestro organismo.
Pero el cuerpo no se termina en
nosotros, ya que éste funciona con el medio ambiente en homeóstasis. No podemos
encarar una enfermedad sin tener en cuenta el medioambiente.
Existe otro factor muy importante
que tiene que ver con el funcionamiento de los sistemas orgánicos y que
raramente es tenido en cuenta por los investigadores de la salud: las rutinas.
Una de las formas más prácticas,
rápidas y eficientes que he encontrado para la autocuración es la
desestructuración, la reconfiguración del sistema que utiliza la enfermedad
para desarrollarse.
Una enfermedad necesita una
estructura como caldo de cultivo para terminar manifestándose con sus síntomas.
Por ejemplo, un virus encontrará una estructura idónea en un sistema
inmunológico debilitado. Una bacteria patógena encontrará una estructura
maravillosa para reproducirse en un medio húmedo o de determinada temperatura.
Cuando nos encontramos enfermos,
la enfermedad tuvo que seguir un proceso para desarrollarse, pero también tuvo
que sentar sus bases en una estructura adecuada que le ofrecimos con nuestras
costumbres que nos llevaron al estado actual del sistema.
La ira contenida durante mucho
tiempo es también una estructura idónea para que las células cancerígenas
comiencen a desarrollarse.
Por ello, la desestructuración del
medio es uno de los recursos más eficientes para acabar con la enfermedad.
Si una persona deja de exponerse a
la luz solar, se encierra, se pasa largas horas recibiendo la radiación del
monitor del ordenador y no hace ejercicio físico, es muy probable que esté
creando una estructura idónea para que se desarrolle una depresión.
Para liberarse de la depresión,
puede cambiar su rutina, haciendo exactamente lo contrario. Tomar sol, salir a
caminar y hacer ejercicio y dejar de conectarse a Internet por un tiempo.
Toda enfermedad necesita de una
rutina previa como estructura para desarrollarse. Un sistema que se encuentre
en determinadas condiciones.
Y de cambiar radicalmente esas
condiciones, la enfermedad ya no encuentra las bases para continuar su
desarrollo.
Por ello, es de gran ayuda, y
puede llevarte a la cura completa, desestructurar el
sistema que previamente le habías ofrecido a la enfermedad.
Cuando se manifiestan los síntomas
de un desequilibrio en mi cuerpo, comienzo un proceso de autocuración con un
lápiz y una hoja de papel.
Dos columnas: en una, las rutinas
que vine haciendo en los últimos meses, en la otra, cómo las voy a cambiar.
“Me venía levantando a las ocho de
la mañana” y “ahora me levantaré a las siete”.
“Venía desayunando café con
tostadas”, “Ahora desayunaré leche con cereales”.
“Últimamente estuve algo angustiada
por no poder llegar a fin de mes.” “Ahora prescindiré de aquellos gastos que
son realmente innecesarios”.
Estos pequeños cambios en la
rutina diaria, significan una gran desestructuración para la enfermedad que se
está desarrollando. Estamos cambiando los circuitos de circulación de la
información, estamos programando el cuerpo de una manera diferente, llevándolo
a otro estado, un estado que ya no será igual que el que le habíamos ofrecido
antes.
Esta técnica de auto-curación, es infinitamente
flexible y puede incluso perfeccionarse y orientarse a cada enfermedad en
particular si conocemos las rutinas que favorecen a una u otra dolencia.
La idea me surgió de una conversación
que tuve una vez con una chamán al que le dije “quiero
cambiar mi vida” y él me contestó:
-”Eso es muy fácil, lo puedes
hacer de un día para el otro.”
Sorprendida, le pedí más
explicaciones.
-“Haz una lista de lo que sueles
hacer desde que te levantas hasta que te acuestas, y ahora modifica esa lista
de un día para el otro. Si te levantabas a las ocho, comienza a levantarte a
las siete. Si desayunabas café, ahora desayuna té. Si ibas a trabajar en
autobús, ahora ve al trabajo en bicicleta. Si te vestías con pantalones,
comienza a usar falda. Si ibas a visitar todos los días a tu abuela, ahora ve a
visitar a tu abuelo. En una semana toda tu vida habrá cambiado completamente.”.
La recuperación fue increíblemente
rápida, pero además, se manifestaron en mi vida nuevas posibilidades y recursos
que antes ni había sospechado que tenía.
No me costó tanto hacer el cambio,
sólo tenía que consultar la lista.
La segunda vez que lo hice fue
frente a una bronquitis que casi acaba con mi sistema respiratorio. Cambié la
hora de levantarme por la mañana, cambié la marca de pasta dental, tiré a la
basura mi perfume preferido y me compré otro, cambié totalmente mis comidas, no
sólo las horas a las que comía sino también los alimentos que consumía.
Dejé de ver mi serie favorita en
la TV, y me puse a ver documentales. Cambié la orientación de mi cama, antes
dormía con los pies hacia el norte, ahora dormiría con los pies hacia el sur.
En mi habitación había dos plantas, las cambié por otras especies.
Los resultados fueron asombrosos.
En dos semanas la tos se había ido completamente y otra vez estaba sana.
Si a éste cambio radical de rutina
le agregas acciones “personalizadas” a cada tipo de enfermedad, conociendo sus
orígenes y su dinámica, es un gol.
Hoy tenemos acceso a mucha
literatura que nos explica el origen emocional de cada enfermedad, para poder
detectar cómo se ha producido y en que se basará para seguir su curso.
Por ejemplo, si la enfermedad es
en el sistema digestivo, sabemos que en la lista debemos incluir un cambio de
dieta, y también sabemos que debemos cambiar la percepción que tenemos sobre
una situación que no estamos aceptando demasiado bien, algo “que no podemos
tragar”.
Si se nos manifiesta una
enfermedad en la piel, podemos estudiar si el sol será beneficioso para ella o
no, pero también trataremos de poner en la lista si estamos teniendo alguna
conducta que nos provoque un problema social, ya que los conflictos emocionales
relacionados al contacto social suelen manifestarse en la piel.
También es muy importante que
hagas una lista y ¡registres lo que haces cuando estás bien! Continúa con esa
rutina, cuando estás bien.
Todo el medioambiente en el que
vives tus rutinas cotidianas puede estar sirviendo de caldo de cultivo para una
enfermedad, por ello hasta cambiar la decoración de tu casa puede servirte para
desestructurarla.
Cuando te pongas a hacer la lista,
verás que hay algunos ítems dentro de tus rutinas que parecen difíciles de
cambiar. Por ejemplo uno de los ítems era mi horario de trabajo, eso no lo
podía cambiar, pues el reloj de la entrada al laboratorio estaría esperando mi
tarjeta a determinada hora.
Bueno, pues apliqué otro tipo de
cambio a ese ítem: ahora en vez de salir de casa a las ocho treinta para ir al
trabajo, saldría media hora antes y en ese tiempo caminaría por el jardín
botánico todas las mañanas.
Los resultados de esta técnica son
asombrosos y la aplico a cualquier situación de desequilibrio. Las rutinas son
las estructuras que sostienen el desarrollo de las enfermedades, aprendamos a
“desorientarlas”.
También es muy importante aprender
a “escuchar” a la enfermedad y al cuerpo.
Una gripe por ejemplo, nos
impulsará a acostarnos, nos dejará sin energía. Y esa relajación es necesaria
para la curación.
Generalmente ante una gripe
seguiremos el ritmo desenfrenado de actividad, “tapándola” con un frenadol, y con ello sólo lograremos que se haga
recurrente.
Lo más importante de “escuchar” a
la enfermedad es detectar el mensaje que nos está transmitiendo. Las
enfermedades son maestras, son guías y señales de acciones que estamos realizando
en contra del camino más adecuado a seguir.
Cada enfermedad manifiesta una
percepción errada de una situación. La enfermedad nos dice que en algo tenemos
que cambiar nuestra actitud.
Si es un virus, nuestra atención
debe estar en el factor que debilitó nuestro sistema inmunológico, generalmente
una situación que nos produce miedo o angustia.
Si es una depresión, es muy
probable que no le estemos dejando al cuerpo realizar su proceso vital de
fotosíntesis, debemos exponernos mucho más a la luz solar y debemos beber más
agua.
Si es una enfermedad de la piel,
tenemos un conflicto de relación, con la pareja, un compañero de trabajo o la
familia.
En fin, te recomiendo algunos libros
que pueden orientarte para “personalizar” esa lista que hagas cuando te veas en
los síntomas de un desequilibrio:
Christian Fleche: “El origen
Emocional de las enfermedades”, una guía práctica para identificar la causa
psicológica de la enfermedad.
Enric Corbera y Rafael Marañón: “Bio-descodificación”
Tomado de la Web: MÉTODO PEMPÉNIDES, El Libro de La
Vida